Dosier
De Córdoba a México: Néstor Braunstein y las cátedras universitarias como espacios de producción de saberes psi (1963-1974)
Resumen: En el presente escrito se analiza la trayectoria profesional e intelectual de Néstor Alberto Braunstein (1941-2022), psiquiatra y psicoanalista argentino, exiliado en México en 1974. Formado en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Braunstein fue profesor en la Escuela de Psicología; espacio iniciático de un viaje intelectual y de formación que culminó en el psicoanálisis. Se estudia el lugar que los recintos universitarios cordobeses desempeñaron en la formación intelectual y profesional del personaje, así como en la producción de un libro: Psicología: ideología y ciencia, del cual Braunstein no sólo fue coautor, sino también su principal promotor en México. El libro es una compilación de las clases de Introducción a la psicología, materia que Braunstein, Marcelo Pasternac (1933-2011), Gloria Benedito y Frida Saal (1936-1998) dictaron entre 1973 y 1974; editado por Siglo XXI México, en 1975, se incorporó rápidamente a los programas de las carreras de Psicología en toda América Latina, cambiando la enseñanza universitaria de esta disciplina y se convirtió en la principal carta de presentación de sus autores en el contexto de un exilio numeroso.
Palabras clave: Viaje intelectual, Aulas universitarias, Espacios biográficos, Producción de saberes, Exilio.
From Córdoba to Mexico: Néstor Braunstein and university chairs as spaces for the production of psi knowledge (1963-1974)
Abstract: This article analyzes the professional and intellectual career of Néstor Alberto Braunstein (1941-2022), Argentine psychiatrist and psychoanalyst, exiled in México in 1974. He was trained at the Faculty of Medicine of the Universidad Nacional de Córdoba (UNC), and he was teacher at the School of Psychology, initiation space of an intellectual journey that culminated in psychoanalysis. The place that Argentines university classrooms played in the intellectual and professional career of Braunstein are studied, as well as in the production of a book: Psicología: ideelogía y ciencia, that Braunstein was co-author and main promoter in México. The book is a compilation of the Introducción a la psicología classes, a subject that the authors taught between 1973 and 1974; edited by Siglo XXI México, in 1975, it was quickly incorporated into the programs of Psychology majors of Latin America, changing the university teaching of this discipline and became the main letter of introduction of its authors in the context of a numerous exile.
Keywords: Intellectual journey, University classrooms, Biographical spaces, Knowledge production, Exile.
Presentación
En el año 1975, la editorial Siglo XXI México, publicó un libro que sirvió para que muchos psicoanalistas mexicanos se preguntaran por el estatus epistemológico de su campo de saberes, así como también para que los psicólogos dirimieran diferencias con la corriente conductista. Psicología: ideología y ciencia (en adelante, P:IyC), había llegado a México, en manuscrito, en las maletas que el matrimonio Braunstein Saal cargaba, junto al estigma del destierro, y su edición fue, a decir de José Velasco (2014), una carta de presentación importante para sus autores, recién llegados al país en el contexto de un exilio muy numeroso, colaborando en su reconocimiento intelectual y profesional.
El libro fue el producto del trabajo colaborativo de docentes y estudiantes cordobeses para quienes las aulas universitarias argentinas fueron algo más que espacios de transmisión y reproducción de saberes. A continuación, se analizará el lugar que éstas desempeñaron en la formación profesional e intelectual de uno de sus autores, Néstor Alberto Braunstein, quien, a mediados de la década del sesenta, emprendió un viaje intelectual y de formación cuyo destino formativo fue el psicoanálisis.
Si bien reconocemos la existencia de investigaciones en el campo educativo en las que las aulas universitarias se conciben como espacios biográficos y de producción de conocimiento (Carli, 2023; Coria, 2015; Diamant, 2010; Hernando, 2015), nos interesa ver sus efectos en la estructuración del itinerario biográfico y en la estipulación de destinos formativos de una figura que no proviene de este campo, así como también en la conformación de estilos, proyectos y formas de intervención que, en este caso, se importaron de un país a otro a raíz del exilio.
Este trabajo forma parte de una investigación más general1 y dialoga con la historia social del conocimiento y la historia de los intelectuales, para pensar de manera conjunta la enseñanza universitaria y la producción de conocimiento que se articulan en figuras para quienes la universidad argentina representó una institución de vida (Remedi, 2004).
Viajes, movimientos y pasajes
Néstor Alberto Braunstein Illiovich nació en 1941, en Bell Ville, una pequeña localidad ubicada al sureste de la provincia de Córdoba, Argentina, y decidió dejar la vida “bajo protesta de amarla” el 7 de septiembre de 2022 en Barcelona, España, cuando tomó la decisión de suicidarse. “¿Cómo se le pone fin a una vida que se acaba?”, comienza diciendo en una carta redactada en mayo de ese mismo año, y en la respuesta a su pregunta nos dejó, para siempre, una pedagogía para decirle adiós a una vida que hacía tiempo se había apartado de él.2
Escribir fue la manera que encontró de estar en y con el mundo, y no es casual que recurriera a ella para irse de (o permanecer para siempre en) él. Braunstein fue un intelectual de las culturas psi3 y desde muy joven se interesó por la conformación de dispositivos relacionados con saberes expertos sobre los sujetos con el propósito de intervenir sobre ellos y lo hizo siempre con una actitud crítica y comprometida socialmente.
Fue desde la psiquiatría donde trazó el camino hacia el psicoanálisis: primero, resistiéndose a él; después, ubicándolo en un universo terapéutico en el que también se insertaron otros discursos y prácticas, y, finalmente, adoptándolo como identidad profesional.
Pero ese viaje intelectual que inició en los años sesenta, en una ciudad de Córdoba docta y revulsiva como su propia vida, tuvo un antes y un después marcado por su exilio en México. El 27 de diciembre de 1974, Néstor Alberto Brauntein junto a su esposa, Frida Saal, y su pequeña hija arribaron a la Ciudad de México: la “Triple A” los había amenazado de muerte a mediados de ese año; en palabras de Braunstein: “se nos tildó de subversivos ideológicos” (Braunstein, 2016, p. 85). Dejaban atrás la ciudad de Córdoba; la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), que les permitió compartir la dedicación a la docencia desde las cátedras de Psicopatología General . Introducción a la psicología; el Hospital Nacional de Clínicas (HNC), donde trabajaron juntos en el Servicio de Psicopatología; la familia, los amigos y los que “fueron” en el contacto con todos ellos. “Con Frida nos dijimos: ‘vamos a ser tan mexicanos como nos dejen’. Y así fue. Desarmamos las valijas” (Braunstein, 2016, p. 86).
Apenas dos meses después, el 6 de marzo de 1975, en las oficinas de la editorial Siglo XXI México, Néstor Braunstein, en calidad de “autor”, y Arnaldo Orfila Reynal, en calidad de “editor”, firmaron el contrato de edición de P:IyC, con una tirada de hasta 20,000 ejemplares.4 Se trataba de una publicación colectiva, aunque “(…) hay que decirlo, fue fruto del empuje de Braunstein” (Ferrari, Pietra y Sauval, 2002).
Cuando nos fuimos a México, el 27 de diciembre de 1974, después de hacer las valijas, terminamos de armar el libro que se publicó en mayo del 75 en México, con el título de Psicología: ideología y ciencia prologado por nuestra recordada Marie Langer. Fue la introducción a la psicología que dictamos en 1973 y 1974 en Córdoba (Entrevista a Néstor Alberto Braunstein –NAB–, 2017).
Con estas palabras, Braunstein recordaba los últimos meses en Argentina, en el contexto de un país con una constante inestabilidad política, social y económica que los “obligaba” a armar las maletas. Llama la atención que en el momento en que la decisión de salir del país había sido tomada, terminaran de armar un libro que, unos meses después, y en México, lo representó ante otros interlocutores que entendieron que él, ya no era él, sino “ese texto, ese féretro con su nombre en la lápida, que tenían entre las manos” (Braunstein, 1980, p. 8). Años después se separará de las conceptualizaciones vertidas en P:IyC y el corte epistemológico que entonces había sido aplicado para diferenciar a la psicología del psicoanálisis, fue trasladado al interior de este campo cuando un nombre propio, Jacques Lacan (1901-1981), apareció en el horizonte de perspectivas que pugnaban por obtener reconocimiento en el campo psi.
P:IyC permite situar a este psiquiatra y psicoanalista argentino en un lugar de enunciación particular: el de docente universitario. Lugar de enunciación que evidencia el impacto que el tránsito por la universidad desempeña en la escritura de autores que, como él, trasladaron, a raíz del exilio, proyectos académicos a un país que, se presume, poco tenía que ver con aquéllos. De la misma manera, ese lugar de enunciación informa de “saltos al vacío” (Carli, 2004, p. 44) y búsquedas propias, interpretadas como el punto cero de su viaje intelectual.5
La cátedra universitaria: lugar de saber y formación intelectual
En el año 1960, aún estudiante y con tan solo 19 años, Braunstein ingresó como practicante ad honorem por concurso a la cátedra de Patología Médica I para realizar tareas de investigación y docencia en los equipos de Gastroenterología, Cardiología y Psicopatología, este último con sede en el HNC, a cargo de Paulino Moscovich (1925-1990). Esta cátedra tenía como titular a Ricardo Podio (1916-1975), discípulo de Jorge Orgaz (1899-1987): un militante tenaz del reformismo universitario, amigo y compañero de lucha de Gregorio Bermann (1894-1972),6 y médico personal de Deodoro Roca (1890-1942). Orgaz conjugó tempranamente la enseñanza de la medicina, la literatura y el freudismo, participando en la carrera de Psicología al frente de la cátedra de Psicopatología.
En 1958, Orgaz fue elegido Rector de la UNC, cargo que desempeñó hasta 1964; sin embargo, no abandonó la docencia universitaria: siguió dictando Psicopatología hasta 1959, cuando, y a través de un llamado a concurso, la cátedra quedó en manos de Paulino Moscovich, quien daba sus clases en el HNC y luego pasaría a dirigir ahí mismo el Servicio de Psicopatología, de la “Cátedra Podio”, a la que se incorporó Braunstein en calidad de practicante.
El ingreso a la “Cátedra Podio”, le abrió el camino hacia una especie de realización universitaria que no era una “salida lógica”, como recordaba en 2017, sino más bien “el modelo de la gente ‘que sabía’ (los intelectuales)” (Entrevista a NAB, 2017). Pero la carrera se conjugaba también con la posibilidad de hacer realidad otro interés: “tener un sueldo, cosa que era importante para estudiantes no acaudalados” (Entrevista a NAB, 2017).
Como bien señala Silvia Sigal (1991), tempranamente en el siglo XX las universidades argentinas fueron algo más que un lugar de reproducción de las clases dominantes o de formación de las élites políticas; también, y, sobre todo, fueron expresión de las clases medias que encontraban en la educación superior el fundamento de la movilidad social. En el caso de la UNC, la cátedra universitaria era entendida como el modelo de transmisión de saberes por excelencia y el lugar por medio del cual profesores titulares y adjuntos, se posicionaban y autorizaban en el campo universitario, ganando prestigio y reconocimiento social.
El ingreso a la “Cátedra Podio”, despertó el interés de Braunstein por ciertos temas que se evidencia en los cursos de posgrado que tomó,7 y propició las primeras escrituras y publicaciones de artículos científicos.8 Antes de graduarse, ya estaba siendo socializado no sólo en un conjunto de saberes científicos, sino fundamentalmente en un arte de poner en práctica un saber hacer, lo que supone una manera de actuar, un habitus (Bourdieu, 2008). El hecho de formarse en la “Cátedra Podio” le abrió las puertas a otros espacios, producto no sólo del capital cultural del titular de la cátedra, Ricardo Podio, sino también de su capital social, de los lazos de alianza.
En efecto, se incorporó, una vez graduado, al Instituto Neuropático de Córdoba (coloquialmente conocido como “Sanatorio Bermann”), creado y dirigido por Gregorio Bermann, por invitación de Moscovich, quien allí trabajaba, para realizar tareas de “internación y tratamiento de pacientes con procesos psicopatológicos variados”9 y a la cátedra de Psicopatología general, en la Escuela de Psicología, que estaba a cargo de Moscovich, quien a su vez era su jefe en el Servicio de Psicopatología del HNC.
A partir de su graduación como médico, en 1962, su actividad intelectual se incrementó: las participaciones en congresos (interrumpidas solo entre 1966 y 1967, años del golpe de Estado de Onganía, y reanudadas en 1968); la publicación de artículos científicos (destaca el año 1964, con 8 artículos); la asistencia a cursos, y la actividad docente, aumentaron. Pero al mismo tiempo, esta formación intelectual se nutrió con su participación en otros espacios disciplinarios y se combinó con la práctica política y la irrupción en el espacio público.
En gran parte del mundo, el optimismo de los años sesenta representado en la idea de una juventud rebelde, la confianza en la crítica, la transformación social, los cambios radicales y la apertura a lo disruptivo y diferente, en Argentina fue transferido a la política:
En consonancia con los cambios en los estilos de vida y de los referentes político-culturales en sentido amplio, los propios modelos académicos fueron alternándose con los de la intelectualidad crítica emergentes en otros espacios disciplinarios y fuera de la academia, abriéndose con ello lugares múltiples de construcción identitaria (Coria, 2015, p. 176-177).
En el caso de nuestro personaje, esa intelectualidad crítica parece haber tenido su germen en el “entre medio” de ese modelo académico con tradición reformista de izquierda que impregnó su formación, que comenzaba en José Ingenieros y Aníbal Ponce y abarcaba a Gregorio Bermann, Deodoro Roco, Jorge Orgaz y Ricardo Podio; sus tempranas incursiones en el Partido Demócrata Progresista (a sus dieciséis años); el contacto con Paulino Moscovich y Marcelo Pasternac (1933-2015), ambos militantes comunistas, y amigos y compañeros de ruta de Braunstein, y su inserción en el “Sanatorio Bermann”.
Traigo a colación todas estas referencias, porque Braunstein formó parte de una generación que fue testigo activo de los debates que estaban dándose en el campo psi local, durante los primeros años sesenta, con consecuencias a futuro en las concepciones teóricas que asumió y las prácticas eclécticas que desarrolló. Por otro lado, y en el intento por comprender los virajes teóricos que realizó y las maneras en que participó de la construcción de esos modelos de intelectualidad crítica que asumió, no es posible obviar las redes de relación en las que se insertó, que moldearon su pensamiento y desempeñaron auténticas plataformas desde las que abrazar o sancionar ciertas concepciones en boga.
Asimismo, no está de más apuntar que las características de una Argentina que se mostraba errática en materia democrática y cada vez más susceptible a tendencias autoritarias y violentas, condicionaron los vínculos entre el sistema político y el resto de la sociedad que impactaron, me atrevo a afirmar, en la formación de un joven Braunstein que no sólo se aproximaba a los debates intelectuales del campo psi. Es decir, sus propios posicionamientos políticos lo llevaron a legitimar ciertas perspectivas y estigmatizar otras en el campo de intervención profesional sobre enfermedades mentales, en los tempranos años sesenta.
En este sentido, su ingreso a las cátedras universitarias (tanto en la Facultad de Medicina como en la entonces Escuela de Psicología) fue el punto cero de un viaje intelectual que partió de la psiquiatría, aprehendida en el “Sanatorio Bermann”, cuyo director por entonces era un crítico férreo del psicoanálisis, lo que lo llevó a estipular como primer destino formativo, la reflexología pavloviana.10 “El psicoanálisis entonces era el de la IPA”, recordaba Braunstein, con autores que le parecían “repelentes” y que, por lo mismo, lo mantenían ligado a la idea de una reflexología más emparentada con el condicionamiento operante y, en ese sentido, “más materialista” (Gómez y Orejuela, 2007, p. 146).
Luego de la intervención universitaria de 1966, se convirtió en un crítico confeso de las ideas que había defendido apenas dos años antes y viró hacia el psicoanálisis. A continuación, nos ocuparemos de los pliegues de ese viaje intectual.
Itinerarios de un viaje intelectual
Primera parada: La reflexología pavloviana
En el año 1964, Braunstein escribió “La reflexología vuelve a Pavlov”, que apareció en el número 5-6 de la revista Pasado y Presente (en adelante, PyP).
PyP fue un grupo intelectual nucleado alrededor de la revista homónima y un proyecto editorial –Ediciones de la Universidad de Córdoba (EUDECOR)–, que supo materializar muchas de las discusiones sobre el rol político del intelectual y la configuración de la “nueva izquierda”, que rompió con el dogmatismo de los partidos de izquierda tradicionales.11
La publicación de este artículo, que abonaba a una discusión psi con un lenguaje especializado, en una revista no especializada en los temas (Vezzetti, 2016), puede ser interpretada como una “toma de posición” de parte de Braunstein, a favor de estrechar los vínculos entre psiquiatría y ciencias sociales, en diálogo con otros saberes. Y es ahí, en el diálogo transdisciplinar que esta breve intervención inaugura, donde localizamos el nacimiento de un interés que, años más tarde, fue una constante y una vocación intelectual en el personaje: la apertura al diálogo horizontal de saberes. En palabras de Braunstein:
A partir de percibir, de un lado, la relación entre la manera represiva de atender a los pacientes en psiquiatría y en psicopatología; el uso de electrochoques, la medicina despreocupada de los problemas de la subjetividad y, por otro lado, la idea de que había de alguna manera que tomar en cuenta la vida histórica de los sujetos, hizo que en los años 60 me acercase a un grupo de disidentes del Partido Comunista, los que formaron la revista Pasado y Presente (Entrevista a Néstor Braunstein, 2017).
Es probable que el vínculo entre Gregorio Bermann –director del “Sanatorio Bermann”–, y el grupo PyP haya tenido mucho que ver en este acercamiento. Bermann fungió como una especie de “padrino” del proyecto, escribiendo, en el primer número aparecido en 1963, un artículo titulado “Peculiaridades del argentino”. Al año siguiente, “la querella sobre el pavlovismo y el marxismo” (Vezzetti, 2016, p. 246) llegó a la revista a través del artículo de Braunstein.
De acuerdo con García (2016), el texto en cuestión es particularmente técnico para la revista, “con un lenguaje especializado que seguramente pocos de los lectores (…) podían seguir” (Vezzetti, 2016, p. 246). No obstante, es posible que haya sido publicado, a decir de García (2016), porque cuestionaba los excesos del diamat, calificaba de dogmáticas las lecturas de Pavlov y asociaba al pavlovismo con el estalinismo.
Resulta importante apuntar aquí que, a principios de la década del sesenta, los primeros psicólogos hicieron su aparición en el universo profesional argentino y los límites legales de su ejercicio comenzaron a ser una cuestión problemática, no sólo para éstos sino también para los psiquiatras, que vieron en la invención de estas nuevas figuras una amenaza para el mantenimiento del dominio médico en las psicoterapias. Asimismo, y para esas fechas, la psiquiatría argentina atravesaba un estado de crisis epistemológica producto de las influencias simultáneas de la tradición francesa, la psiquiatría alemana y el pavlovismo soviético que, en la práctica profesional, se expresaba en una tensión contante entre el mantenimiento de lo viejo (los manicomios) y la creación de lo nuevo (los servicios en los hospitales públicos). No obstante, la psiquiatría, en tanto sub-disciplina médica, gozaba de mayor reconocimiento que la psicología y tenía una mayor disponibilidad de recursos, lo cual también tenía un costado negativo: con el tiempo, los psicotrópicos, que habían sido patrimonio exclusivo de la psiquiatría, fueron transformándose en patrimonio de la medicina en su conjunto y todos los recursos y reconocimientos que la psiquiatría generaba, se comenzaron a compartir con las disciplinas médicas que a ella se asociaban. Ahora bien, en Córdoba el problema era más complejo aún, ya que la psiquiatría académica estaba en manos de los psiquiatras organicistas; mientras que los psiquiatras reformistas se concentraban en la carrera de Psicología, en los hospitales públicos y sus servicios, y se daban cita, la mayoría de ellos, en el “Sanatorio Bermann”, cuyo director tenía como propósito construir una unidad profesional en el seno de una diversidad de tradiciones disciplinares que incluían tanto el humanismo, el psicoanálisis y la reflexología (Dagfal, 2009).
En el artículo, se aprecia la pluma de un Braunstein muy documentado y estudioso no sólo de Pavlov, sino también de los continuadores y exégetas de su obra. Resulta importante apuntar que ese mismo año, se encontraba impartiendo clases sobre el tema “Bases reflexológicas de la conducta”, en la cátedra de Patología Médica, y desde un año antes de la publicación del artículo, en 1963, ya se desempeñaba también como auxiliar docente en la cátedra de Psicopatología general, en la carrera de Psicología, específicamente enseñando tres bolillas del programa sobre “Teoría reflexológica”. Asimismo, y por autorización del Departamento de Psicología de la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH), de la UNC, impartió dos clases sobre “Teoría córticovisceral aplicada a la caracterología”.12
Si como expresa François Dosse (2007), siguiendo a Sirinelli, las revistas, en tanto soportes esenciales del campo intelectual, pueden considerarse estructuras fundamentales de sociabilidad intelectual a partir de las cuales analizar el desarrollo y la evolución de ideas, el recuento de las clases impartidas por nuestro personaje –antes o a la par de esta escritura– permite localizar un origen adicional de esas ideas que “fermentan intelectualmente” en instancias posteriores, en este caso PyP. Es decir, si las revistas representan “lugares de fermentación intelectual y de relaciones afectivas” (Dosse, 2007, p. 51), en la enseñanza universitaria se localiza un nivel subterráneo de producción de esas ideas, expresión del trabajo colectivo y la puesta en diálogo entre docentes y estudiantes.
Volviendo a Braunstein, la inclusión de este artículo, en 1964, en el contexto de una discusión más amplia de corte teórico, pero también político y epistemológico, que encontraba en PyP un faro intelectual, fue el inicio de un proceso de toma de posición pública que se canceló en 1966, a instancias de su cesantía en la universidad por el golpe de Estado. Pero las cartas estaban echadas y la marcha de sus ideas, también.
El psicoanálisis por-venir
A la par que se dio este acercamiento con el grupo PyP, Braunstein ingresó como adscripto a la cátedra de Psicoterapia, en la Escuela de Psicología. Desde 1962, Moscovich estaba a cargo de ese espacio y Claudio Bermann (hijo de Gregorio) dictaba bolillas del programa en el que se trataban los fundamentos fisiológicos de la hipnosis, así como también temas, teorías y técnicas psicoanalíticas (Ferrari, 2017).
Por otro lado, el 20 de julio de 1965 Bermann (hijo) accedió al cargo de adjunto regular en la cátedra de Psicopatología general. En el trabajo que presentó para el concurso, y al que tituló “Teorías sobre la angustia”, se observa, a decir de Ferrari (2017), una clara influencia psicoanalítica, de orientación kleiniana, y “deja notar que Freud es un referente de importancia en su formación, a la vez que sostiene su compromiso con el pensamiento de izquierda, aunque no ligado a las vicisitudes del partido comunista” (p. 23).
Se podría afirmar que fueron varios los motivos que alejaron a Braunstein del pavlovismo a partir de 1965, entre ellos: las lecturas que el acercamiento a la experiencia PyP inauguró, fundamentalmente vinculadas a Gramsci; las prácticas políticas e ideológicas relacionadas con el guevarismo que, sobre el final de la década analizada, Braunstein abrazó,13 y las referencias al psicoanálisis, que comenzaban a ser notorias en las aulas de la carrera de Psicología, a través de Claudio Bermann. Habría que sumar a estos acontecimientos, el hecho de que Frida Saal, su novia por entonces y quien, en 1968, se convirtió en su primera esposa, estaba estudiando en la UBA la carrera de Psicología, a la que había ingresado entre 1962 y 1963.14
Estas experiencias de formación que rodearon a Braunstein, explicarían también el viraje en su escritura académica que, hasta antes de 1964 –año de publicación de La reflexología vuelve a Pavlov–, parece respetar estrictamente el canon de las publicaciones psiquiátricas y es el resultado de investigaciones en las que experimenta, solo o en colaboración, con la aplicación de psicofármacos, en revistas especializadas.15 A partir de 1965, con su adscripción a la cátedra de Psicoterapia y de la incorporación de Claudio Bermann a la cátedra de Psicopatología general, los intereses teóricos de Braunstein parecieron ampliarse dando lugar a una incipiente perspectiva más interdisciplinaria.16
Habría que apuntar también que, entre 1964 y 1966, Braunstein se desempeñó como Director Interino del Centro Sanitario de Córdoba, dependiente del Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación. Y este “interinato” cobra especial relevancia aquí porque informa de prácticas profesionales por fuera del circuito académico universitario y del espacio privado del “Sanatorio Bermann”, en las que el conocimiento producido en esos espacios se combina con otras prácticas que alimentan, al mismo tiempo, los debates de los que parten.
Pero lo que definitivamente decantó en nuestro personaje el interés por el psicoanálisis fue la militancia gremial en la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP),17 a la que se incorporaron, después de “El Cordobazo”, algunos psicoanalistas de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), entre ellos Marie Langer (1910-1987).18
Junto con Langer, gran parte de los miembros de APA renunciaron en un contexto de crisis institucional. El malestar al interior de la institución se expresaba en la oposición a su estructura jerárquica, así como a los sectores más conservadores de ésta y su reacción frente a la solidaridad de algunos miembros con “El Cordobazo”. En un contexto de creciente radicalización política e intelectual, tanto nacional como internacional, APA abogaba por la neutralidad y no intervención de sus miembros, “lo que condujo a la renuncia masiva de los psicoanalistas a la institución y consecuentemente a la desafiliación de todos ellos de la API” (Starcenbaum, 2017a, p. 210).
La FAP no sólo fue un espacio de sociabilidad política para Braunstein sino también un lugar de formación intelectual que lo llevó, a partir de entonces, a cuestionar su posición de psiquiatra por el camino de Freud.19 Camino en el que desempeñó un papel importante la iniciativa del Centro de Estudios Psicoanalíticos (CEP),20 donde se hizo notar la presencia de APA en la UNC.
El CEP, que buscó institucionalizar en Córdoba un espacio de formación en psicoanálisis, fue testigo del encuentro de nuestro personaje con Althusser y su texto Freud y Lacan. A partir de entonces, se comenzó a leer a Lacan en la universidad, mediado por los escritos del filósofo estructuralista “en una línea de problemas que [abarcaron] desde la epistemología (el estatuto científico del psicoanálisis) hasta los conflictos económicos y sociales que, en clave marxista, [atravesaron] buena parte del campo clínico de los años 70 y 80” (Ferrari, 2017, p. 26). Althusser fue el primero en proponer un vínculo entre el psicoanálisis y el marxismo.
Cuando Néstor Braunstein señala que “Freud y Lacan” [fue] una lectura dentro de la ruta de época (Gómez, y Orejuela, 2007), sabemos que ese camino no [evocaba] una época de apertura social y cultural al psicoanálisis, sino que [eran] las teorías políticas las que [estaban] en auge, fundamentalmente, las derivadas de la obra de Carl Marx (Cascos Méndez y Camozzi, 2015, p. 108).
A decir de Cascos Méndez y Camozzi (2015), para Braunstein y el resto de los autores, “Althusser no fue un modo de leer a Lacan, sino que lo que se intentaba leer era a Althusser, y la obra de Lacan no fue más que un resto insospechado de aquel camino señalado por la sensibilidad de una época” (p. 108).
No obstante, esta afirmación podría ser matizada si tomamos en cuenta que Marcelo Pasternac, amigo y compañero de ruta de Braunstein, en 1967 estuvo en Francia becado por un año y participó de la conferencia que Jacques Lacan (1901-1981) pronunció para jóvenes psiquiatras en formación titulada “El psicoanálisis y la formación del psiquiatra”, dictada en el Círculo de Estudios Psiquiátricos, fundado por Henri Ey (1900-1977).21 En el recuerdo de Paternac, fue durante esa estancia en Francia que tomó contacto con el texto de Althusser; en el de Braunstein, fue Mauricio Malamund (1918-1989),22 quien dictó un seminario sobre epistemología en Córdoba, el que promovió la lectura del filosófo francés.
Más allá de las discrepancias en la recepción, el testimonio de esa lectura son las clases de Introducción a la psicología convertidas en P:IyC, a raíz del exilio de sus autores. Libro que fue el producto de un trabajo grupal, que interpeló a la psicología del momento y que lleva, “no podía no llevar”, escribió Braunstein en 1980, “las marcas de la enunciación, de la situación que lo hizo brotar” (p. 8).
En este sentido, sus páginas encierran “la impronta del protagonismo político del estudiantado universitario de ese momento” (Caminos, 2022, p. 85-86) –ya que los autores habían arribado a la asignatura Introducción a la psicología por el impulso de una movilización estudiantil–,23 así como el lugar de enunciación de éstos: docentes universitarios.
En relación al protagonismo político del estudiantado universitario, en gran parte del mundo durante los años sesenta los estudiantes cobraron notoriedad por el impacto de sus acciones. En el caso específico que aquí analizamos, si bien es cierto que en Córdoba las cuestiones políticas ocuparon un lugar predominante de las demandas estudiantiles, las preocupaciones universitarias y académicas, como la designación de profesores, lejos de ser opacadas por las primeras, se potenciaron (Millán y Califa, 2020).
No obstante, y de acuerdo con Caminos (2022), la importancia del texto no puede reducirse a una forma de testimonio histórico: “su cuestionamiento a la psicología académica llega hasta la impugnación, reingresando, en una lectura retroactiva, una discusión que reaviva diferencias irreductibles” (p. 84-85).
Por otro lado, la “preocupación pedagógica en el estilo” de escritura por no resultar inentendibles, “todo lo contrario a la estrategia lacaniana de escribir para no ser leídos” (Ordóñez, 2016, p. 149), informa del lugar de enunciación de los autores. Intencionalidad que se relacionaba también con la expansión del público al que hacer llegar la teoría psicoanalítica, en un contexto –el universitario cordobés– en que la psicología académica –conductista– parecía ganar lugares en la formación de psicólogos y psicólogas.
La lectura de Althusser representó para Braunstein la posibilidad de ligar sus intereses políticos con el psicoanálisis en “un texto que hizo fortuna” en México (González, 1989, p. 103) y se convirtió en el testimonio del cambio de ruta de su viaje intelectual. Asimismo, y con la decisión tomada de no retornar a Argentina, esa lectura tuvo el efecto de estipular un nuevo destino formativo: el psicoanálisis lacaniano.
A modo de cierre
Las aulas y cátedras universitarias son espacios centrales en la constitución de la experiencia formativa universitaria: además de ser lugares de reproducción del cuerpo docente, son recintos de producción y circulación de saberes, que impactan en la formación de profesores y alumnos, como vimos. En ellas se adquieren algo más que saberes disciplinares: se aprenden las “reglas de juego” universitarias.
Asimismo, son espacios de construcción de subjetividades, en los que se obtiene no sólo una “forma” de ser universitario sino también un fundamento de movilidad social. En este sentido, pueden ser concebidas en movimiento: generadoras de pasajes, viajes, tránsitos, trayectorias que transforman las biografías y cambian las expectativas, las aspiraciones y las orientaciones académicas y profesionales.
En síntesis, representan espacios biográficos tan importantes al punto tal que, y en el caso que aquí nos ocupó, Braunstein incluyó en la maleta con la que partió al exilio, un libro, que fue el producto del intercambio entre un grupo de docentes universitarios y estudiantes cordobeses ¿Por qué incluir, en el “equipaje”, un libro? Nadie, ni siquiera él, podía imaginar entonces las consecuencias de esta decisión. No obstante, ¿se podría hipotetizar sobre la existencia un deseo de asegurar una continuidad? Es decir, ¿de un anhelo de preservar una historia, en una tierra lejana, contenida en las páginas que lo conforman? ¿Una especie de recordatorio de una pertenencia, de una continuidad, que encerraba una herencia transmitida donde reconocerse para, en México, superarla, participando de situaciones nuevas que, sin ese testimonio contenido en el libro, podrían haberle resultado absolutamente desconocidas?
Fuentes documentales
Fuentes orales, entrevistas realizadas por la autora
Entrevista a Néstor Alberto Braunstein, Barcelona, España, 04/10/2017.
Entrevista a Fernando Kustich (ex compañero de cátedra de Néstor Braunstein), vía Zoom, 06/10/2022.
Documentos
CV Néstor Alberto Braunstein (actualización 1965 y 1971).
Contrato de edición Psicología: ideología y ciencia. Archivo Siglo XXI Editores México.
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Notas
Recepción: 08 Marzo 2024
Aprobación: 02 Mayo 2024
Publicación: 01 Junio 2024